El gesto,
Vimos que no podremos salirnos de la representación y producción activa de los movimientos que realizamos pero lo que podemos tantear es encontrar esos islotes donde los movimientos entren en flujo con otros, y, entre ellos, dialoguen fuera de una lógica motora hegemónica.
Abogamos por una especie de pedagogía de nuestros gestos, que tensionen las figuras institucionalizadas de aquellos cuerpos normativos que imperan sobre las decisiones "correctas" y "certeras" de nuestros cuerpos y hábitos que se nos han delegado haciéndonos "útiles" y "necesarios".
Necesitamos urgentemente preguntarnos sobre qué islotes queremos ocupar, fuera de esta institucionalización del aprendizaje normativo que nos ha educado y controlado para ocupar "correctamente" los espacios, viviéndolos y significándolos a través de una mera lógica de valor de uso.

Todo y que no estaremos totalmente separados de este "terreno" matriz podemos intentar in en paralelo, y desde este nuevo cuerpo común compartido, ponerle cuñas a esas puertas normativas para escoger los grados de visualidad que queremos denunciar. Con esta denuncia viene la exigencia por plantear las maneras por las que estamos siendo continuamente representados. Podemos escindir en esta pregunta teniendo como referencia la representación "normal" y enfrentarnos a ella, mirarla de lleno y manifestar que: "esta representación sobre mi cuerpo no es la que quiero, no es la que deseo"=exigir o podemos quitar la cuña, cerrar la puerta por la que en un principio habíamos sido validadxs e intentar transitar un paralelo en donde lo normativo siga ocurriendo, pero nuestras representaciones sean cada vez mas dadas a pensarse desde un espacio propio y que no tenga como referencia esas representaciones trilladas y comunes, "tu representación no me representa"=desertar. Con esto no queremos decir que "escoges este camino o este otro" lo que abogamos es que podemos enfrentarnos desde el encuentro con la representación "para inventar, para enfrentar, para emancipar[nos]." De hecho, podemos practicar la emancipación en medio de este constante tránsito por los flujos representativos hegemónicos que me reclaman y aquellos otros que deseo invertir.

Antes de apresurarnos a saltar a los comos de estos tránsitos proponemos repostar energías y armarnos con nociones sobre lo que nos rodea para tantear algunas opciones de fuga. Analicemos el movimiento pensando en su intermedialidad. Por un lado tenemos al espacio como lugar donde ocurren los movimientos y por el otro tenemos a los agentes que se habilitan como productivos dentro de este.
Primero notamos que el espacio "surge a través del movimiento y a la vez, es el espacio el que determina la relación entre los objetos y la persona." Es decir, que a través de performar el movimiento hacemos evidente una profunda vinculación afectiva; es por y en el movimiento donde nos exponemos a un ser-en-común. El movimiento es algo que está vivo "es pensamiento, emoción, acción, expresión y está presente en […] todo aquello que forma el mundo externo e interno de ser humano."
Veamos lo segundo: los agentes productivos. Los movimientos son raptados o son consolidados como un elemento coreopolítico, donde todo aquello que se exprese dentro está pautado por los marcos cognitivos del gobierno por medio de la precariedad. Estos marcos funcionan a su vez como colonizadores, es decir, que cuando nosotros estamos ocupando estos lugares de expresión no estamos efectuando "nuestros", movimientos ni tampoco "nuestras" acciones ya que al ser vistos como elementos de producción lo que en realidad estamos efectuando son movimientos editados. En esta dinámica somos agentes pasivos a causa de que los movimientos son aquello que nos condiciona como trabajadores alienados. Ahora bien, estar condicionados por una continua aprehensión como elementos productivos no quiere decir que podamos rasgar ni habitar otros campos representativos. Percibimos que existe un potencial interesante justo en los márgenes de la productividad.

Hemos visto que el movimiento es sincrónico y profundamente común; la noción de la comunión nos interesa para poder cuestionarnos por lo que habita dentro de los movimientos, es decir, las cosas que se activan cuando se realiza la acción y a los lugares que se dirige. Si, nuestros movimientos están colonizados en el hábitat del espacio democrático que los ha asumido como modo de valor de uso, pero que ello no nos paralice para rescatar una comunidad a través de la motricidad.
Defendemos profundamente que hay algo que habita dentro del movimiento que suspende ciertos sentidos que son reclamados como propiedad. Hay algo del mismo movimiento que expresa otros significados. Si en la lógica del producto el movimiento es pensado como discurso teleológico (como fin y como meta) debemos pensar en cuales son aquellos sentidos físicos que se sitúen en otro plano diferente de ser un objetivo último. Podemos cambiar el enfoque y no verlo como un motivo productivo para poder indagar en estas constantes y constancias, no propiamente "de los individuos o de las formas que emiten", sino más bien en los procesos operativos del movimiento es decir, en las cosas que podemos aprender viendo que es lo que se juega con y en el movimiento. Lo que proponemos es cambiar el enfoque del agente que lo genera, a pensar desde el "eso" que se efectúa. De esta manera podremos ver qué tipos de politizaciones y anexiones salen a relucir cuando se piensan todos los posibles que se pueden materializar a través del movimiento.
Rascando y pensando en el "eso" de la materialización nos hemos topado con el gesto como un ancla física, comunicativa, estética y simbólica que deja trozos y rastros fuera de la finitud del movimiento. Ciertamente los gestos finalizan, pero esto no es lo que nos referimos, queremos decir que si nos situamos fuera de la lógica "del fin como objetivo" nos podemos situar en el gesto como medio, intención, y, ante todo, como una forma de expresividad.

Lo que queremos exponer sobre el gesto es su potencial de situarse entre el Movimiento integral de nuestros cuerpos. En medio de todo ese flujo de mensajes, comunicados, señales y órdenes lanzados y expresados dentro de los espacios productivos para cuestionar nada menos que sus normatividades y capacidades de agencia sobre nuestra corporalidad.
Todo y que el gesto jamás escapará del Movimiento matriz si que vemos junto con Muñoz que es un elemento cargado de una potencialidad constante, y aunque jamás escape, hay algo que los distancia; mientras que el movimiento es un "fenómeno que relata estrictamente los desplazamientos de varios segmentos del cuerpo a través del espacio" en el gesto reside la "expresividad" del acto: resalta y pone el color a esos segmentos espaciales que se transportan en el moverse. Podemos pensarlo como un transistor que entrega una señal de salida en respuesta a la que entra, como una huella que mantiene el rastro del entorno que orbita. De hecho, si ponemos el énfasis en la importancia de la reciprocidad entre el cuerpo y el movimiento, podemos notar que tan hondo llega nuestra significación. Pero a su vez, nos invita a considerar bajo qué enfoque perceptivo queremos situarnos. Si a través del movimiento como uso somos pensados como fin, con el gesto podemos pensar cómo se nos condiciona con el fin y sobre aquellos emplazamientos que los hacen posible.
Tener presente que actuamos con el gesto dentro del movimiento es entrever que somos pura expresión sensible en constante correspondencia con el entorno y a su vez, tener presente que no podremos captar toda la inmensidad de gestos que somos capaces de realizar es poder notar que tanto potencial tienen.

Todos esos gestos continuos ponen un especial acento en nuestras maneras de estar en el mundo. Con ellos y a través de ellos podemos reclamamos nuestra corporeidad, como si el reclamo se diera a través de lo cutáneo: "cualquier modificación de nuestra postura tendrá una incidencia en nuestro estado emocional y, recíprocamente, cualquier cambio afectivo conllevara una modificación, incluso imperceptible, de nuestra postura." Como si de repente un movimiento se contrae o expande lo suficiente para significar otra expresión; pero ¿cómo se pasa de una expresión a una intensión? ¿Cómo nos podemos ejercitar en su potencialidad? ¿Cómo cristalizarlo como elemento productivo? y por último ¿Cómo emplearlo para influenciar y modificar la percepción del movimiento?
Apuntamos que una de las maneras de "ejercitarnos" es reconocer su potencialidad coreográfico. Si antes con Lepecki hablábamos que los movimientos están profundamente coreografiados, con los gestos y con Muñoz podremos complementar la pregunta sobre hacia dónde se nos dirige con esta coreografía y más importante, si hay opciones de escape motriz. Podemos desbloquearnos un poco y hallar un poco de impulso si volvemos a la cuestión del movimiento pensándolo como plusvalía: aquel "valor del trabajo hecho o de las mercancías producidas que excede lo que necesita un trabajador." Pero una cosa es la plusvalía dentro del contexto neoliberal productivo: eso que es transformado en ganancia en forma de capital por un trabajador alienado y otra cosa es la plusvalía dentro de otro enfoque que no sea como valor de función capital. Muñoz propone leerla como un potencial estético, es decir, desbloquearla de sus connotaciones productivas en términos "útiles" para situarla en un vehículo potencial, esto implica que la plusvalía tendrá múltiples significados y expresiones al no estar fuertemente ligado con un objetivo puramente pragmático.
Esto quiere decir tomar al gesto como vehículo para una estética profundamente poiética: como un transistor que intervenga el "del no-ser a llegar al ser", algo como un pasaje en constante creatividad mutable. Ser mutable también quiere decir que puede ser capaz de percibir que la intensión no será siempre "una" sino que puede adoptar varias expresiones.
Captarnos y percibirnos mutables es poder ver qué tanto habita en los gestos, y, lejos de ser esto una confusión y parálisis, nos invita a pensar que tan enumerado está el cuerpo y qué tan importante es rescatar y expresar gestos.